Por qué la calle estaba vacía. Comencé a preocuparme, no tenía respuestas ni a nadie a quién cuestionar.
La noche desapareció en su propia oscuridad, su total existencia me dejó anonadado.
Pasaron los días, meses y años.
Me hallaba perdido, mis pensamientos habían determinado abandonarme hace tres meses, tropecé y ni dolor sentía. No pude explicar el fenómeno ni describir el objeto.
Sé que era inmenso, celestial, cruel.
Y llegué a la vehemencia.
Caminaba, caminaba, caminaba, caminaba.
Allá, aquí, allá, aquí.
Lejos, más lejos, invisible.
Parco, parca.
Rojo, labial, pétreo.
Vacío, nada, imperfecto.
Todos
Pasados de piedra
Y futuros minimalistas
Frente al sudor imaginario
Presente mío
¡sálvame!
¡llévame!
La gravedad convirtió al propósito de hombre en un agujero negro.
Germinan las olas
Y la hierba magra enmudece
Calla
Calla
Espíritu lacónico
Esencia
Y las puertas del Averno quedan abiertas.
Caja
Manecilla
Historia
Por qué la calle estaba vacía. Nadie la habitaba, nadie existe aún.
Un resquicio, la ceniza del ser.
Se levantan las palabras y nace aquél.
Nace y mis ojos lloran, se desvanecen en los suyos.
El mar, puño lacrimal.
La tierra, puño carnal.
El cielo, puño etéreo de las almas… que rondan solas, muy solas esta misma calle.
Temas: relatos, surrealismo
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